jueves, 24 de febrero de 2011

NOCIONES ESPACIALES

NOCIONES ESPACIALES: es un factor muy importante para un niño (a) que presente discapacidad visual o ceguera, ya que un buen manejo de estas le permite conocer tanto su entorno próximo como el lejano, le facilita la construcción de mapas mentales desde sus espacios inmediatos, estando siempre apoyado por la curiosidad y el deseo de explorar los espacios al igual que la necesidad de adquirir habilidades motrices que le faciliten enfrentar situaciones cotidianas.

El papel de los adultos para facilitar el aprendizaje de las nociones espaciales es proporcionar experiencias significativas y variadas dónde se empleen las mismas durante su ejecución para que el niño se vaya apropiando de ellas con su significación total incorporándolas de manera efectiva en su vocabulario habitual es por ello que si incluimos en nuestro vocabulario las palabras propias de nociones espaciales (arriba, abajo adelante, atrás, izquierda, derecha , al lado de , entre, afuera, dentro) remplazando los tradicionales aquí y allí estaremos siendo generadores de aprendizajes en los niños.

Una de las formas más agradables de los aprendizajes es el juego y los aprendizajes que se obtienen a través de él, son los que nunca olvidamos como: por entre un túnel , por debajo de un puente, estar encima de un caballo , meter la cabeza bajo el agua para sacar una manzana, jugar dentro de una caja, llegar arriba de un resbalador para lanzarnos hacia abajo , girar alrededor de un compañero o una silla, caminar como cangrejos, jugar pico y pala y mil juegos.
  • La lateralidad se va desarrollando siguiendo un proceso que pasa por tres fases:
  1. Fase de identificación, de diferenciación clara (0-2 años)
  2. Fase de alternancia, de definición por contraste de rendimientos (2-4 años).
  3. Fase de automatización, de preferencia instrumental (4-7 años).
La evolución posterior de este concepto en la infancia la podemos conocer gracias a la observación y descripción que hace Arnold Gesell de las etapas por las que pasa el niño. Se trata de un estudio realizado en otra cultura y hace muchos años, pero sigue siendo una fuente confiable mientras se realizan estudios de esta envergadura en nuestro país; a continuación se mencionan algunos datos:
  • A los 4 años. Sus conceptos espaciales, como tantos otros, están relativamente poco diferenciados, aprende a distinguir su mano derecha y la izquierda, y aunque ya usa cada una para determinadas acciones, no puede diferenciarlas en otra persona.
    Le gusta recorrer una y otra vez el barrio donde vive. Conoce los nombres de ciertas calles de la vecindad y la ubicación de algunos puntos de interés como la dulcería, el cine, o la casa de sus amigos. Puede incluso tener tanta conciencia de las relaciones espaciales que teme perderse si no va por un camino específico conocido.
  • A los 5 años. Se preocupa fundamentalmente de lo que está aquí. El niño es focal, está interesado en el espacio que él ocupa en forma inmediata. Tiene escasa percepción de las relaciones geográficas, pero reconoce algunas señales específicas de lugares y le agrada dibujar caminos en mapas sencillos.
    Puede cruzar las calles del barrio en el que vive y le gusta ir a cumplir encargos a la tienda próxima. Su interés por lugares más distantes depende de sus asociaciones personales con esos lugares.
  • A los 6 años. Gesell menciona que a esta edad el espacio sufre un definido proceso de expansión con respecto al año anterior. Ahora el niño quiere saber no sólo de lugares específicos, sino las relaciones entre la casa, la vecindad y la comunidad, incluyendo la escuela. Es muy probable, aunque no hay estudios realizados con niños mexicanos actuales, que este último punto se dé en años previos, precisamente cuando el pequeño comienza a ir al colegio e incluso antes, si el niño asiste a una guardería, es entonces cuando este proceso expansivo y relacional, que menciona Gesell, se dé al tener necesidad de reconocer y ubicarse en varios espacios.
  • A los 7 años. Piensa en el espacio como elemento que le brinda su lugar en el mundo. Incluso niños que reciben educación religiosa creen que Dios tiene su lugar en el cielo. En esta edad le intrigan los objetos en el espacio sideral, la corteza terrestre, las piedras, las cascadas y el mar. Le interesa también el uso de algunos elementos, el petróleo de la Tierra, la energía del agua y el calor del fuego.

    Muestra mayor comprensión de los puntos cardinales. Aunque aún no distingue derecha de izquierda, excepto en relación con su propio cuerpo. No le interesan todavía los lugares distantes de la Tierra a menos que haya tenido oportunidad de viajar u oír acerca de parientes y amigos que viven en otras ciudades; pero su afán por conocer las diversas partes de su comunidad se halla en aumento.
  • A los 8 años. El espacio personal donde él se ubica se expande. Puede regresar en autobús desde un punto distante si alguien lo recibe al llegar a su destino. En sus caminatas, recorre una zona tan extensa de la vecindad que puede resultar difícil ubicarlo. Comienza a conocer tan a fondo su barrio, que se interesa por nuevos caminos, especialmente los atajos y puede extraviarse en este proceso de descubrimiento.

    Empieza a sentir impaciencia por viajar a ciudades nuevas, por visitar museos, zoológicos y lugares de interés. Su mundo espacial se expande aún más debido a su interés por la geografía. Dibuja mapas con gran dedicación.
  • A los 9 años. Va a lugares especiales por sí solo: el colegio, la casa de sus primos, la escuela, incluso el consultorio del médico o el dentista, la tienda o el supermercado, maneja sin dificultades estos espacios, pueda llegar a su destino a pie o solo mediante algún medio de transporte público, aquí se puede puntualizar que depende del tipo, tamaño y características de la ciudad donde vive y del criterio de sus padres al respecto.

    A partir de esta edad la ubicación espacial del niño ha madurado, pero es hasta la adolescencia —cuando su pensamiento adquiere nuevas capacidades— que el concepto de espacio adquiere sus dimensiones abstractas.
Los temas que giran alrededor de las relaciones espaciales son innumerables, y por supuesto no es una tarea sencilla lograr conceptualizarlo intelectualmente. Existen vertientes, como la estudiada por la proxémica, que se aboca al estudio del espacio respecto al manejo de la cercanía en las relaciones personales, las cuales dependen de la sociedad en la que se nace y de las connotaciones culturales que determinan las distancias: íntima, personal, social y pública.